Sala XV: Pintura del Barroco. Bocanegra, Van de Pere y Correa
Si en las dos salas anteriores el visitante se veía sorprendido por la riqueza artística y material de los objetos, en esta llama la atención, aparte de sus amplísimas dimensiones, la importante colección de pintura barroca del siglo XVII que se expone en las mejores condiciones de espacio e iluminación. Recorriendo la estancia en sentido contrario a las agujas del reloj, nos encontramos en primer lugar un interesante conjunto de obras del pintor granadino Pedro Atanasio Bocanegra (1638-1689), que fue discípulo de Alonso Cano.
En primer lugar podemos ver el lienzo, lleno de colorido y sugestiones canescas, de la Virgen con el Niño, que erróneamente se ha venido denominando como Virgen del Rosario; ya continuación el cuadro de la Inmaculada, en una iconografía más cercana a los modelos sevillanos, con las nos cruzadas sobre el pecho y el manto azul desplegado en el aire.
En el lienzo de la Virgen con el Niño adorados por los pastorcillos, en formato apaisado y con las figuras de medio cuerpo, Bocanegra echa mano una vez más de los modelos del maestro para los personajes sagrados y recurre al naturalismo murillesco para los zagales que miran con cierto descaro al espectador. La figura de la pastorcilla, de melena rubia y delicado perfil, contrasta con las anteriores de manera intencionada.
A una serie dedicada a la vida de San Francisco pertenecen dos lienzos de idéntico formato: la Muerte de San Francisco y San Francisco camino del monte Albernia. Adquiridos por el Museo en 2005, pudieron pertenecer en origen al desaparecido convento alcantarino de San Diego de la ciudad de Granada. En el segundo de ellos interesa destacar, aparte del tratamiento del paisaje, las menudas figuras de los angelitos de aire canesco que portan una cruz entre celajes. Un cuadro de formato menor y tema bíblico, que nos recuerda también el hacer de José Risueño, cierra el conjunto de las obras de Bocanegra.
El último lienzo de este testero representa la Aparición de la Virgen y el Niño a San Cayetano, obra del pintor Fernando Farfán, fallecido en Antequera el año de la epidemia de peste de 1679. Su composición evidencia la formación sevillana del autor y la influencia de los pintores flamencos.
En el testero del fondo preside el importante lienzo de la Inmaculada, firmado y fechado en 1674 por el pintor de la escuela madrileña Antonio Van de Pere (1618-1688), hijo a su vez del pintor Pedro Van de Pere, que era de origen flamenco. La maestría del dibujo, la soltura en la resolución de la pincelada y su riqueza cromática hacen de esta tela una de las obras barrocas más destacadas de cuantas se exponen en el Museo. Señalar, asimismo, como las carnaciones de sus figuras nos recuerdan la impronta de lo barroco rubeniano, y como los frescores rojos de ángeles y querubines se combinan con ciertos toques de grises para realzar sus volúmenes. En el caso de las vestiduras de la Virgen hay que hacer mención a las amplias telas en movimiento, resueltas con nerviosos y quebrados pliegues. Se trata, en definitiva, de una obra pintada en la espléndida madurez del artista, cuando adopta el gusto por una amplia paleta de colores en la línea de Francisco Rizi.
A ambos lados, en sendas vitrinas exentas, dos esculturas en madera policromada: un San Juanito, de escuela sevillana de finales del siglo XVII, y el Niño Jesús dormido en el sillón, que atribuimos al antequerano Diego Márquez y Vega.
Toda la superficie del lateral izquierdo de la sala está ocupada por la mayoría de los lienzos de la importante serie pictórica del mejicano Juan Correa (1646-1716) dedicado a relatar la Vida de la Virgen María, depósito de la parroquia de San Pedro. Hay que aclarar que del total de cuadros diez son de este autor y dos de un enigmático pintor que firma como ‘el Mudo Arellano’. Los temas, que se exponen ordenados cronológicamente en cuanto a los asuntos representados, son la Natividad de la Virgen, la Presentación en el templo, la Encarnación, la Visitación, los Desposorios, la Adoración de los pastores, la Adoración de los Reyes Magos, la Circuncisión, la Huida a Egipto, la Dormición, la Asunción a los Cielos y la Inmaculada Coronada (este último pasa al siguiente testero). Son obra de ‘el Mudo’ los temas de la Circuncisión y la Dormición, correctos en cuanto a su composición sacada de algún grabado, pero más pobres en su gama cromática que el resto de la colección. Los pertenecientes al pincel de Juan Correa presentan un mayor colorido, una pincelada más suelta e incluso un barroquismo más alegre y acorde con la pintura novohispana. Junto al último cuadro de la serie cuelga el San Jerónimo Penitente, con espectacular marco dorado de barrocas y caladas tallas, que atribuimos al pintor sevillano Sebastián de Llanos Valdés (1605-1677) por sus paralelismos con el lienzo de idéntico tema del Museo de Bellas Artes de Sevilla.
El testero más corto, situado entre las puertas de acceso y salida de esta sala, 10 ocupan dos lienzos de un anónimo autor del siglo XVII, con grandes dotes para el naturalismo pictórico aunque con algunas imperfecciones como dibujante, que representan la Muerte de Santo Domingo de Guzmán y San Nicolás de Tolentino.