Sala XIII: La platería para el culto
La importancia del arte de la platería en el patrimonio histórico de la ciudad viene marcada, en gran medida, por el valor de las colecciones pertenecientes a la Colegiata, a las parroquias y a algunas cofradías. Las piezas más significati- vas propiedad de estas instituciones y otras de la propia colección permanente del Museo las podemos ver en esta sala y en la siguiente que está conformada como cámara acorazada. En la primera vitrina del lateral derecho se exponen las tres grandes custodias parroquiales que antaño tuvieron carácter procesional: la de la parroquia de San Sebastián, realizada en 1636 por el platero Salvador Noriega en plata dorada con esmaltes y pedrería; la de San Pedro, atribuida a Juan de Luna, coetánea de la anterior y realizada en bronce dorado y esmaltes; y la de San Juan, que se atribuye a Salvador de Argüeta y se fecha en 1714, en plata en su color y dorada. En este mismo expositor podemos ver la pareja de portapaces en plata dorada realizados por el platero Juan Bautista de Herrera en 1617 y el jarro de pico o aguamanil de hacia 1625-1630, pertenecientes al tesoro de la Colegiata.
En la siguiente vitrina se expone todo el completo juego del altar mayor del templo municipal de San Juan de Dios, todo él en plata en su color. En concreto se trata de una cruz de altar y seis candeleros realizados por el platero Pedro de Campos en 1784; dos sacras de Antonio López de 1780; dos atriles de plata obra de Antonio Ruiz el Viejo; y un acetre de 1787 de Diego Ruiz González. Este importante conjunto forma parte de la colección permanente del Museo.
Una pieza de gran singularidad, que se expone en una vitrina pendiente, es la media luna de plata repujada de la Virgen del Rosario de Santo Domingo, del platero granadino Vicente Ruiz Velázquez, de 1759.
En la primera vitrina del lateral izquierdo podemos contemplar tres importantes cruces procesionales. Hay dos de la parroquia de San Sebastián, una labrada en plata dorada y esmaltes de hacia 1620, atribuida a Juan Jacinto Vázquez de Herrera; y otra de hacia 1650, más sencilla y de autor anónimo. La tercera, que es anónima y en torno a 1630, perteneció a las parroquias de San Sebastián y del Carmen, sucesivamente, siendo vendida por un párroco y posteriormente adquirida por el Ayuntamiento en el comercio de antigüedades de Madrid hace ya bastantes años.
La siguiente vitrina muestra dos bandejas mejicanas idénticas, de mediados del siglo XVIII; dos atriles del platero antequerano José Ruiz, de hacia 1758, en los que se representan la Asunción y la Coronación de la Virgen y el martio de Sante Eufemia en la plaza de San Sebastián; y una pareja de copas para votaciones, realizadas por Juan de Gálvez hacia 1760 para los cabildos de la Colegiata.
En la última vitrina de este lateral se exhiben dos atriles y dos sacras de hacia 1795, en plata blanca en su color, pertenecientes a la Cofradía del Rosario de la iglesia de Santo Domingo.
La abundancia de piezas expuestas que presentan la marca de Antequera, se debe a la importancia que tuvieron los talleres de platería en la ciudad que contó con un Colegio-congregación de Plateros (1782-1833).
Antes de acceder a la siguiente sala o cámara acorazada nos debemos detener en una interesante pintura al óleo sobre tabla, de finales del siglo XVII, en la que se representa a la imagen titular de la iglesia de Santa María de Jesús (Portichuelo). El trasunto de la Virgen aparece como si de una reina española de la época se tratase, enjoyada y vestida con túnica y manto de color blanco, pero todo ello cubierto de recamados de oro, perlas y pedrería, a manera de un traje de la corte de los Austria.