Sala X: Sala del pintor Antonio Mohedano (Siglos XVI-XVII)

Sala X: El Manierismo. Antonio Mohedano

La figura de Antonio Mohedano de la Gutierra (1563-1626) significó en la Antequera de su época, en pleno auge de la estética del manierismo, el arbitraje artístico de mayor significación en los campos de la pintura, el policromado de esculturas y en el de los diseños arquitectónicos y de retablos. Se formó en Córdoba con el pintor Pablo de Céspedes y en Sevilla tuvo gran amistad con Francisco Pacheco, suegro del pintor Veláquez y destacado tratadista de arte. Aficionado a la poesía, fue amigo personal del gran poeta antequerano Pedro Espinosa.

La obra pictórica de Mohedano, que abarcó la pintura al fresco y la de caballete al óleo, está ampliamente representada en esta sala con obras de temática religiosa, aunque sabemos que fue muy diestro en la de bodegones y otros ornatos. Destacamos en primer lugar el gran lienzo de la Virgen de la Antigua, procedente de la iglesia de San Zoilo, en el que se reproduce libremente la venerada pintura mural trecentista de la catedral hispalense. En el lienzo de Mohedano el pintor ha querido aunar el aire de raigambre bizantina del fondo dorado y del silueteado de los paños con el naturalismo de rostros y manos.

En este mismo lateral de la sala podemos contemplar quizás la obra más famosa del pintor, el llamado Cuadro votivo, que representa a la Virgen sedente con el Niño Jesús ante quienes se presentan un niño noble -sin duda, retrato de algún personaje antequerano de la época y su Ángel de la Guarda. En el lienzo se reflejan todas las características manieristas de la obra mohedanesca, tanto en el rostro de la Virgen como en la cabeza del Niño, así como en el tratamiento de los celajes y en la riqueza de colorido de las alas del ángel. Todo ello muy matizado con el hábil uso de las veladuras.

Dos lienzos con la misma iconografía aunque de diferente formato completan este lateral: la Asunción de la Virgen, uno depósito de la Colegiata de San Sebastián y otro de la Colección Junta de Andalucía. En el primero de ellos, que es de mayor formato, aparece María con las manos unidas y subiendo hacia el cielo donde es recibida por la Santísima Trinidad, mientras los Apóstoles rodean el sepulcro del que acaba desalir. En el otro lienzo, que puede ser preparatorio del primero, han desaparecido los Apóstoles y muestra una técnica más suelta y un tratamiento como más inacabado.

En el muro de la izquierda podemos ver en primer lugar el cuadro de la Virgen del Silencio, que se inspira en conocidos modelos del manierismo florentino. La Virgen vigila el plácido sueño de su hijo, mientras que un ángel situado a la izquierda nos indica silencio llevándose un dedo a los labios. San José, a la derecha y en segundo plano, y los ángeles que esparcen flores desde arriba presentan un menor protagonismo.

A continuación nos detenemos ante el lienzo de la Virgen de la Palma, adquirido en Sevilla por el Ayuntamiento en 2001, en el que aparece María con el Niño Jesús en el centro y San Juanito y Santa Catalina a ambos lados, conformando una composición de tipo piramidal. A su lado el cuadro de Santa Lucía, presenta al personaje con traje de dama de corte y sofisticado peinado orlado de perlas, estando jalonada por dos ángeles que portan los atributos iconográficos.

Al pintor Miguel Domínguez Montelaisla, fallecido en Antequera durante la epidemia de peste de 1649, pertenece el cuadro de La muerte de San Nicolás de Tolentino, en el que se evidencia la influencia de Mohedano en el tratamiento de
las figuras aunque avanzando ya claros rasgos de naturalismo. Cerrando la sala podemos admirar una interesantísima pintura al óleo sobre cobre, de formato menor, que representa a Cristo Crucificado, anónimo italiano de hacia 1600-1620, donde se reproduce con variantes el dibujo de Miguel Ángel conservado en el British Museum de Londres, datado hacia 1556-1558.

Completan este ámbito el magnífico facistol del siglo XVII, inspirado en el trazado por Alonso Cano para la catedral de Granada, que procede del coro de la iglesia de San Zoilo, y la importante escultura de la Magdalena penitente, obra del último cuarto del siglo XVI que hace ya algunos años atribuimos al escultor Diego de Vega.

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